domingo, septiembre 30, 2018

Soñar...

"Tu esencia... y la mía"
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SOÑAR...

Una mano
Una caricia
Una redondez
Dos corazones
Y... el sueño de un poeta
Un encuentro
Una noctumbria de labios
El paso del instante por la piel

Francisco Pinzón Bedoya ©




















jueves, septiembre 20, 2018

Carné de Aprendiz

Carné de Aprendiz
“Ya me atrevo a superar la poesía”
Entrevista con Francisco Pinzón Bedoya

Cuando me entrevisté por primera vez con el ingeniero Francisco Pinzón Bedoya, en la cafetería del edificio El Paraninfo de la Universidad de Antioquia, él acariciaba un proyecto de libro de poesía que quería que la Fundación Arte & Ciencia le publicara. Desde ese momento percibí en sus textos una sensibilidad musical. Leí sus versos, avanzamos durante varias reuniones y alcancé a proponerle dos ilustraciones para la portada del libro, elaboradas por Saúl Álvarez Lara. Era el año 2004 (si mal no lo recuerdo). Pero cuando íbamos a entrar de lleno en el proceso de edición, después de cinco meses de relecturas y conversaciones, él desapareció. Aún conservo las bellas portadas de Saúl. Aquella primera experiencia me anunció a un hombre tímido, riguroso y que necesitaba tiempo. Pasaron 15 años para encontrarnos de nuevo, pero esta vez no venía con versos, sino con otro propósito muy definido: quería aprender a narrar, a escribir cuentos.

La poesía sin estética no lo convencía y creía, como Stevenson, que la prueba de fuego de la poesía está en la prosa. De esta forma ingresó al Grupo Literario El Aprendiz de Brujo que se reúne los sábados, y se entregó por completo a la aventura de aprender a leer y a escribir de nuevo, que son las máximas búsquedas del Grupo. Le atrapó la propuesta de llevar un Diario literario, de atreverse a leer con otros faros a los grandes maestros y de explorar con mirada crítica los propios ejercicios escritos y los de los demás. Y este aprendiz cayó bajo el embrujo de esa libertad de leer y escribir sin los patrones academicistas, desbaratando títulos, escarbando primeros y últimos párrafos, torciéndoles el camino a los personajes para jugar a nuevos destinos, y probando nuevos desenlaces. En esa fragorosa atmósfera desmitificadora, se ha atrevido a compartir varios de sus escritos que llenan de entusiasmo sus ojos y despiertan el interés de los contertulios.
En la presente entrevista nuestros lectores podrán percibir en qué va la riqueza de su búsqueda, el ahorro de palabras para ensanchar las sugerencias y su alegría de aprender a aprender, porque no quiere “olvidar de dónde vengo y qué soy”.


Francisco Pinzón Bedoya. “Tolimense de hechura Caribe. Ingeniero en ejercicio durante más de 40 años, desde Bucaramanga hasta Medellín donde echo raíces. Soy el resultado de una búsqueda de ser en letras y en pétalos, como expresión de mi sensibilidad profunda, además de padre, esposo y buen amigo de muy pocos. Amante de la salsa, el son, el vallenato clásico, y el ron o el whisky”.

 P. ¿Cuál es tu gracia?
R. Tomo riesgos, asumo la vida como llega y pongo un sello en lo que escribo y enfoco: poesía y belleza. En imágenes, navego por el ensueño de la mirada distinta de las flores que me rodean. A eso le sumo mi compromiso conmigo mismo y mi espontaneidad para compartir.

P. ¿Y tu desgracia?
R. No saber tocar un instrumento musical: mínimo, la guitarra, y no cantar como yo quisiera, mi voz nunca tuvo el tono de mi voluntad. Hubiera querido musicalizar algunas de mis poesías, ya que me precio de tener un excelente oído.

P. ¿Crees que has avanzado como lector, como escritor? ¿Por qué?
R. Como lector aún mantengo el mismo ritmo de siempre y debo disponer de más tiempo, que ya llegará, Aún no avanzo como quisiera para ser más universal. Lo que sí tengo claro es que debo ser selectivo.


Poema de Francisco Pinzón Bedoya publicado en la edición 96 de EL PEQUEÑO PERIÓDICO e incluido en la antología La última página, con motivo de los 30 años del periódico.
Como escritor, ya me atrevo a superar la poesía, a abordar el relato y el ensayo, aunque persigo con limitaciones el cuento y mucho más lejos, para un mañana, la novela. No me limito sólo a lo que me gusta pues he empezado a tocar temas a los que le huía por temor o dolor, como la muerte o el suicidio.

P. ¿Cuál fue el primer libro que te impactó?
R. En 1975, el primer volumen de Archipiélago Gulag del escritor ruso Aleksandr Solzhenitsyn. Es una ironía porque es un conjunto de historias sobre la represión en la URSS, conseguido a través de los compañeros de la Juventud Comunista (Juco) en la universidad, como el gran boom que desenmascaraba al otro imperio. Gulag es miedo y todo lo que estar bajo el régimen conllevaba. Lo curioso es que del impacto sólo recuerdo el dolor que me transmitieron esas torturas que ahora se parecen a las que padecieron los detenidos de los campos de concentración nazis o los que se padecen en Guantánamo.

P. ¿Cuándo comprendiste que eras un aprendiz?
R. Desde mucho tiempo atrás en mi desarrollo profesional, pero como escritor desde que me atreví a mis 41 años a escribir poesía. Creo que siempre he sido un aprendiz, explorador, escudriñador, desentrañador. Ha sido una dedicación de tiempo completo. Leo de manera selectiva y me doy el permiso de dejar de leer aquello que no me mueve ni me enriquece. Desde este año, he ingresado en un plan estructurado para aprender a ser cada vez un mejor aprendiz, en donde no haya textos vedados ni altares o dioses que no se puedan analizar, desmembrar y hasta copiar, para los fines de ser un escritor.

P. En casi todos los textos que has compartido en las sesiones del Grupo se nota una lucha entre las figuras poéticas y la narración. ¿A qué se debe?
R. Soy un poeta de tiempo completo, romántico, ensalmador, amante, travieso, curioso y atrevido. Quiero aprovechar eso para relatar y contar, bajo la esperanza de llegar a textos bellos, bajo el supuesto de que podré pronto disponer de más tiempo para ello. La lucha es que me mueven las estructuras descontaminadas de reglas y de miradas que consideren el lector, ahora, como narrador debo tener en cuenta: para qué, por qué, para quién, y qué y cómo escribo. Por ello, quiero adquirir más capacidades para contar tanto de lo que aún tengo por decir, de lo que sé y de lo que no sé.

De su libro Sentires en mí menor

P. ¿Has publicado ya algún texto narrativo?
R. Sólo aquellos que autopublico en mi 
blog pero hasta ahora, en libros, sólo mi poesía. En algunas revistas internacionales he hecho ensayos sobre algunos otros temas, pero la narración no es algo nuevo, sólo que debo enfrentarlo porque hasta ahora me ha sido esquiva, por no decir que difícil. Tengo varios intentos que seguiré puliendo o destrozando, no lo sé. Debo lograrlo, sé que puedo.

P. ¿Preparas alguna publicación próxima? ¿Podrías adelantar algo?
R. Preparo un libro de poesía erótica y otros de talantes diversos donde vuela algún título ya, con la alegría de mi editorial y la mía propia. De un tiempo para acá derivo por textos en italiano y quiero traducirlos, poco a poco voy regalándome belleza que otros han dejado para mis ojos.


P. ¿Cuál de tus textos te ha exigido más trabajo? 
R. Hay un texto narrativo que lo he escrito como 17 veces y siempre me queda “cojo”, y en parte porque quiero ser un buen Aprendiz de Brujo a ver si lo exorcizo y lo logro como yo me imagino que debe quedar. El primer borrador nació en 2001 y aún le hago versiones. No lo he superado, sigo viviendo con mi personaje y su historia allá a la orilla del mar Caribe.


P ¿Te persigue algún tema en especial?
R. Sí, varios ligados entre sí: el mar, el amor, el erotismo, la piel, y algunas reflexiones para trascender cosechadas en mis 62 años de vida. De igual manera, mi familia ampliada y mucho de lo que me rodea y me hace feliz o infeliz o me es indiferente, sobre ello también quiero escribir.


P. Si tuvieras que viajar por los desiertos de La Guajira durante un mes y sólo te permitieran llevar uno de tus textos, ¿cuál llevarías?
R. “Esos patios de mi viejo”, poema que narra la historia de mi familia en Santa Marta, para no olvidar de dónde vengo y qué soy.


P. Para evitar que te obliguen a hacer de arriero por los caminos ancentrales de Antioquia durante medio año, si no destruyes uno de tus textos, ¿cuál escogerías?
R. Algunos de mis primeros poemas rimados de hace veintitantos años. Ellos me hacen recordar esas épocas en que crecía al lado del siglo de oro español y otros más, que me llenaron de “cantaítos y gorjeos” que ya nada me dicen.


En una sesión sabatina del Grupo Literario El Aprendiz de Brujo (foto archivo)

P. ¿Cómo consideras la relación de la poesía con la literatura?
R. Siempre he considerado que la poesía es parte de la literatura, entendiendo ésta como el arte de la expresión escrita o hablada, donde creo que la lírica, la narrativa y el teatro forman parte de ella; bajo conceptos universales de estética y alegría. En cualquiera de las clasificaciones que se hagan siempre estará presente la poesía como expresión suprema de lo bello. Lo que sí tengo claro es que poesía sin estética, no existe o no es poesía.


P. Asistes al Grupo Literario El Aprendiz de Brujo, ¿por qué?
R. En un principio, asistir fue la disculpa para tener un ámbito en el cual compartir mis letras y obtener algún tipo de retroalimentación. Ahora, ya parte de un colectivo con aspiraciones mayores, soy un seguidor con ojos de asombro que disfruta del talento de tanta gente en cada sesión, como un niño con su regalo escaso e irrepetible que pidió durante tantas navidades.


P. Te piden como pasaporte al paraíso terrenal que escribas una autobiografía que no sobrepase cinco renglones, pero que muestre lo más desabrochado de ti… ¿Podrías compartirla?
R. Tolimense de hechura Caribe. Ingeniero en ejercicio durante más de 40 años, desde Bucaramanga hasta Medellín donde echo raíces. Soy el resultado de una búsqueda de ser en letras y en pétalos, como expresión de mi sensibilidad profunda, además de padre, esposo y buen amigo de muy pocos. Amante de la salsa, el son, el vallenato clásico, y el ron o el whisky.




P. ¿Qué tan importante ha sido para ti llevar un diario literario? (algo de historia de tu experiencia)
R. Libertad de decir, en el momento en que llegan las ideas o las inquietudes, sin barreras ni restricciones ni reglas preconcebidas. Es un repositorio de chispazos y ocurrencias. Como es personal pues no está sujeto a ninguna mirada, a ningún juicio. Materia prima de escritos mayores o ideas que se gestan.


P. ¿Podrías compartir unos tres o cuatro apuntes cortos de tu diario?
R. Aquí van…

• Ellos llegan y tocan un timbre ruidoso: ¿está el doctor? Las respuestas varían entre un sí y uno no, y un para qué lo necesita. Es una variedad de rostros, toses y necesidades. Las dos señoras jubiladas que desesperan y en turnos salen a la calle a fumar o a llamar por celular, hablan todo el tiempo. Una pareja dispareja parecían como hermanos, hasta que una caricia cuando uno de los dos entró al consultorio delató la afinidad. La señorita que atiende la recepción, recién bañada, tiene una cara de aburrimiento que pronto cambia por una auténtica de “no me importa ni lo uno ni lo otro”, cobra, devuelve, hace pasar a los pacientes, atiende tres teléfonos que no paran de sonar, y abre y cierra la puerta a distancia con un ruido que hiere los oídos. La pareja vuelve a sentarse porque el otro como que también tiene cita. Se ponen más melosos o cariñosos y hay que voltear a mirar para otro lado. Sólo yo escribo y escribo, tal vez en un afán de mover la mano y dejar que algo quede de esta espera que llena de desespero mi cuerpo, porque debo ir a mi taller de escritura y el doctor no llega, ya tiene 66 minutos de retraso.

 Y uno queda suspendido en una mirada de asombro frente a letras que son impactantes, no sólo por la belleza, la pulcritud y la precisión para describir el movimiento y la atmósfera de un cuento, sino por la creatividad de imaginar adjetivos preciosos en lugares impensables desde las formas que oigo desde mis reminiscencias del Caribe hasta otras llenas de vida y del espíritu del escritor. Sólo fomentan una pulsión por seguir leyendo y por atrapar las enseñanzas de esos grandes que me han precedido. El siempre presente Nobel 1982 y hasta otros como Bolaños, Daniel Pennac o Manuel Mejía Vallejo.


• Imágenes en movimiento rondan mis recuerdos: Juancho y sus gritos mientras se tiraba de la volqueta sin parar, cargada de arena mojada recién sacada de la quebrada Tamacá, para atrapar por el cuello una gallina a la orilla del carreteable, y el consiguiente grito de “¡Hágale, Patrón!”; las chivas del señor Espejo subidas en los árboles y comiéndose todo a su alrededor con su olor almizclado característico, donde la bolitas de caca eran el denominador común; la vida fluyendo en la calle con el golpe de la tapa de una carretilla ofreciendo desde pan fresco y caliente hasta la música de la dulzaina o del xilófono anunciando el servicio de sacarle filo a los cuchillos y a las tijeras, cuyos artesanos mi padre odiaba porque “¡Lo único que hacen es dañarles el filo porque no usan piedra sino un esmeril! ¡Esos ni siquiera de eso saben! ¡Charlatanes, tumbadores!”

• Veo sombras alteradas en el piso brilloso de la calle después de la lluvia de toda la tarde. Ya casi anochece. De pronto, por un movimiento de humanos detectado por la mirada periférica del rabillo del ojo, me sobresalto. ¿Por qué sólo sombras de personas si no está transitando nadie? ¿Será que algunos la han perdido? ¿Es posible que hayamos llegado a esos extremos? He de revisar esos sonidos que llegan en la noche, de risas y de llantos, provienen de alguien, no vaya a ser que se queden pedidos en este aire sin dueño.


Medellín, agosto 24 de 2018











martes, septiembre 18, 2018

Siempre hay

"Muchas soledades juntas"
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SIEMPRE HAY

Es tan bello que haya seres
que me pregunten por mi salud
Mi corazón salta de alegría
y mis dolencias van al paraíso

¿Viene un tiempo de vendimias?
¿Hay un sol oculto tras el silencio?
¿Pueden los cristales enfriar el alma
aunque ésta siga palpitando sin parar?

Todo lo siento posible...

De la siega a la siembra siempre hay
una canción que se entona sin sonidos
por el bienestar de la luz que nos rodea
hasta exprimirnos el vaso y dejarnos su vino

Yo... estoy en un limbo de aurora
y abriré mis ventanas a los colores
para que esté más vivo que los vivos
en la mitad de un cielo que se entrevera
en los pétalos y en  los azules de mis dedos

Francisco Pinzón Bedoya ©



jueves, septiembre 13, 2018

Tal vez lo logre


"Entre dos mares"
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TAL VEZ LO LOGRE

Déjame en esa urdimbre
donde se cuecen tus sueños
para que yo contraste
eso que sé que tengo
aún por descubrir
desde que salga el sol... manaña:
que tu lomo suave
me puede sanar
y me invoca mi mejor yo

Francisco Pinzón Bedoya ©









lunes, septiembre 10, 2018

Retrato de ensueño

"♪♫ Tu canto en el mío ♪♫"
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RETRATO DE ENSUEÑO

Siento que te debo
una caricia sobre un lunar
de esos que hay en el camino
hacia el fuego que toma
todo mi ser descalzo.
lleno de colores y unos versos
que apenas rozan... tu esencia

Siento que nos debemos más
ahora que nos hemos hallado
viniendo de una nada de tatuajes
en donde morábamos
tal vez... esperándonos

Francisco Pinzón Bedoya ©









jueves, septiembre 06, 2018

Heleno


"... y estaba al tanto de todo, exactamente antes de morir"
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HELENO

"Aquella noche hacían cola los sueños,
queriendo ser soñados..."
Eduardo Galeano

La banca del parque
donde se sueñan los sueños
es una que se pelean todos
quienes ven a Heleno triste
soñando que sueña
esos sueños que no le piden permiso
Lo que ellos no saben es que...
la banca de aquel parque
es una que era de uno que murió triste
de saber que no podía soñar
aquel sueño que le podría
haber arrebatado aquel fardo
que alguien le había dejado...
lleno de toda su tristeza

Francisco Pinzón Bedoya ©















domingo, septiembre 02, 2018

En el lanzamiento de EL PEQUEÑO PERIÓDICO Nº 65 (para recordar)








(Fotos tomadas de la Web de la Fundación Arte y Ciencia - https://fundarteyciencia.wordpress.com)









EN UN 65º

El vino y la voz flautamente arrastrando la erre de William Rouge, como si en su apellido artístico anidara el rojo francés y en su lengua ese juego de palabras cobraran vida, salpicó anoche mi conciencia en el símbolo simple y en el sitio triunfal de esas pequeñas conquistas del corazón y del alma de los pocos que asistimos al sexagésimo quinto nacimiento parturiento de El Pequeño Periódico, bajo la impúdica frase de periodicidad, regodeándonos en la presencia de la arbitrariedad gratuita de un sueño.

Y como todo nacimiento, anoche tomó vuelo además en la nerviosa voz de Bárbara, esa niña mayor, ojiclara y heredera de ese legado de Ángel, quien con aspiraciones de hacer nuestra propia antropología, paseó su voz por nuestros oídos para hacernos conocer la vida en las calles momposinas.  Ese calor lo llegué a sentir como dentro de una campana de microondas, casi como aquel de las tardes en que yo tomaba clase en "los países bajos" del Liceo Celedón en Santa Marta, donde la gran temperatura nos hacía sudar aunque no moviéramos ni los párpados, sin derecho a amodorrarnos siquiera en la clase de religión.  Hasta allí, a mí, Mompox o Mompós me seguía sonando como a "estar pendiente de una rosa", como a Sonora Matancera, y como a los recuerdos ajenos que me habían regalado Ánjel y Spitaletta en un librito olvidado de "Con otro son - Una historia fantástica de Mompox" al que asistí a su lanzamiento accidentalmente por allá hace como catorce años, y que me acercó a "un burro se derrite a la sombra" o a "donde hace tiempo no se muere nadie", pero que anoche se volvieron presentes en la emoción límpida y frágil de esa voz evocadora.  Si la intención de Bárbara era hacerme libar en unas pocas líneas lo que su ser entero y alegre lleva degustando en el trascurso de su tesis de grado de Antropología por esos caminos, calles y muros fantasmagóricamente blancos de la ciudad "perdida en la memoria de la historia", lo logró.

Y desde los pretiles saltó Álvaro, al anónimo Álvaro, mi amigo Álvaro Jiménez Guzmán, compañero de batallas no iniciadas, trasgresor de leyes no escritas, eterno inconforme en la mitad de la nada, quien a sus años place entre la jubilación, las letras, su salud menguada y sus sueños, esa porción del mundo visto desde su particular forma de abordarlo, siempre con el ánimo de "universalizar hechos cotidianos".  Nos paseó por los estadios y por la idiosincrasia de este nuevo país de individualistas, viles imitadores de las barras bravas argentinas o de los "hooligans" europeos, donde un disenso malamente importado saca lo más abyecto de nuestra juventud a favor de la conducta imparable de la masa.  Nos mostró un bello y poético retrato de esa turbamulta, ignorante e inconsciente del más mínimo sentido de patria, que nadie ha sido capaz de escribirle en el corazón algún mensaje de amor por los demás, donde la agresión es el lema en el acto bárbaro.  Toda su espléndida y concisa expresividad, aún con el "golpiao" tipo cereteño, me dejó ese sabor poético que acusa a todos los que nos quedamos impertérritos ante la barbarie, con la misma actitud y pose de los romanos que ante su circo de lucha de cristianos, gladiadores y fieras, extendían su mano con el pulgar todo poderoso de vida o muerte, ajenos al drama y en son de espectáculo.

Espacio también hubo para la tímida profesora de literatura, María del Carmen, quien no pudo más ocultar su grito y nos prestó, dejando de ser ya suya, la pregunta de si somos demasiado normales para educar.  Mi vocación se maestro tomó su lugar, alertó mis sentidos y mis dudas compartidas sobre el mismo tema.  No encontré tampoco respuestas porque entendí que el tema es mucho más amplio y complejo que hallar una respuesta correcta donde no la puede haber.  Puse en mi mente junto a su pregunta otras más existenciales como: ¿Por qué queremos hacer que lo que sabemos pase a formar parte de nuestros alumnos? ¿Será que hay un ego secreto de tamaño indefinido que nos impele a querer reflejarnos en los alumnos? ¿Será éste un sentido de trascendencia mayor que nosotros mismos y que está en quien ya se haya graduado de maestro en la escuela del aula real?  No tengo sino más preguntas pero en su acento paisa y más de timidez que otra cosa, hallé otro eco a mis propias preguntas últimamente repetidas en mi interín académico.

Me sorprendió gratamente el relevo generacional que viene ocurriendo en El Pequeño Periódico, donde como ejemplo vi a ese pequeño moreno oriundo de Magangué que compartía con William la dirección locutora de la noche para este 65º lanzamiento.  Con una naturalidad que mostraba su espíritu hondo de querer superar sus limitaciones de voz, de bagaje y de dicción en erre arrastrada por casualidad o tal vez solidaridad como su compañero de mesa, William, tomó las riendas y enarboló frente a mí la dirección de la noche.  Hizo los llamados de los autores que iban desfilando con naturalidad y esfuerzo por ser los expositores de sus textos o artífices de ellos, y a fe de que lo logró.  Nos contó sobre el viaje literario de "Toma la Palabra" en comunión con la voz cortada y nerviosa de uno de sus organizadores, donde el verbo es el elemento base de la construcción de la realidad del sueño de esa juventud que desea expresarse.  Nos narró también la historia de Batata, el tamborero de Totó La Momposina, quien murió en enero de 2004 en Bogotá, anónimamente como lo hizo Héctor Rojas Herazo y que también reseñamos en un ambiente como éste.  Allí mi sentir se llenó de tonos y cánticos evocadores de mi vida costeña y carnavalera durante mi adolescencia.  No obstante lo anterior, mi pequeño amigo magangueleño puso frente a mi paladar de recuerdos, las voces del tamarindo en cruz sobre la mesa, y al final el jugo especial que llegó ratificando que no soy ajeno ni a ese sabor ni a ese olor, pues en algunas fibras adormiladas de mi pasado sigue existiendo la cosecha de ese enorme árbol de más de un metro de diámetro en su tronco que había en el patio de la casa de mi viejo, esa vieja casa samaria donde se quedaron anclados al tiempo mis pasados que formaron mucho de lo que yo soy y lo que no.

Vuelvo en mis notas musicales que tiritan en mi mente como estrellas, a repasar las notas de viaje del poeta William, mientras un algo parecido a su paisaje de contrastes de desierto y de mar en el sur de Perú y el norte de Chile se me parecen a las orillas de mi mar samario que se agigantan dentro de mí a la sombra de su descripción poética de su periplo reciente por esas tierras.  Y continué allí, en medio de la declamación fantaseada con la luz del vino rojo que libaba ante nuestros paladares ansiosos, con su mundo de fantasmagorías de desierto y mar tomándolas como propias, arrancadas por William como desde un pasado regado de presentes ajenos, donde parece que a la vez el tiempo no transcurre pero atropella al visitante y siente uno en esa voz afrancesada que somos uno con los Incas que domeñan esa geografía desértica.  Pero a medida que avanzaba su lectura, la huella iba siendo mayor en mí, y a fe de que repetí en mi viaje de regreso esas imágenes ya bajo mis propios matices de poeta cuando "El mar y el desierto viven en la misma casa.  A veces no hay suficiente espacio para la noche y las estrellas".  Oh nueva figura bellamente decoradora de mi cuarto de trebejos donde pongo a remojar mis poemas.  Gracias William, pero he tomado para mí no sólo esta imagen sino los alfileres de plata del cielo atacameño y otras más.  Hay toques simplemente elementales de los escritores que a uno le llegan por no sé qué designios o caminos, y éste fue uno de ellos.  Esta prosa me hizo sentir, a través suyo, uno solo con el cosmos como en las noches recientes a la orilla de mi mar samario.

Y con el musicar del fondo en la voz y las tamboras de Totó, nos leyeron "al alimón", William y mi amigo -ya eso era- el magangueleño, el poema de la hoja final de García Usta, aquel biógrafo y amigo creo de Rojas Herazo, sobre la Fundación del cantar. Sé que aquella noche hubo también alusiones a la ciencia galileana del Sida, pero ello ya es tan mundano que no hizo crónica poética en mí.

En fin, me temo que la alegría generosa de este pequeño grupo de gente grande llenó mi día, pasándolo de uno común a otro que permitió que mi noche estuviera llena de los tesoros, cantos, guanacos, quechuas al acecho, y un descampado desierto donde la humanidad es retada para cumplir designios mayores que ella misma, que aquí me he entusiasmado a no dejar borrar de mi memoria, y que de alguna manera pretendo compartir con los protagonistas como una especie de retroalimentación para estos "gestadores" de sueños.

Recalo mi barca hacia mis radas ocultas y vuelvo a ellas un poco cambiado después de esta noche del 65º, porque esta interacción desértica, tamaríndica, vinatera, esplendente de "bárbaros" muros blancos, de sentimientos claros y directos de todos estos amigos... han nutrido otra vez a mi alma de poeta.

Medellín, marzo 13 de 2004. 
Francisco Pinzón Bedoya ©.


Hacia la suerte

      HACIA LA SUERTE   Tú frotabas la lámpara y pedías deseos pero siempre había un pero o una disculpa Yo veía cómo te despedías de cada d...