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viernes, julio 25, 2025

Don Juicioso

 

 

 

DON JUICIOSO

 

Buscaba esta noche con afán sus talentos. Hacía tanto que no revisaba sus entresijos que al hacerlo apenas encontró algo de valor, más allá de su inveterada costumbre de cumplir órdenes, muchas veces sin chistar, o -en la última etapa de su vida- asqueado hasta la arcada.

Toda su vida ordenada por fechas y por temas no hacen más que atestiguar su alma de hormiga. Minúsculo se dice: Yo qué voy a tener talentos, así el Padre lo haya dicho anoche en misa: Queridos hermanos, todos tenemos talentos, sólo hay que ayudarlos y dejarlos salir.

Al no hallar algo, se limitó a revisar su historia, no sea que los hubiera tenido y que hubieran desaparecido por tanta rutina que les había echado encima, o quizás habían muerto de hambre en algún caballete o en un pentagrama que nunca fue.

Repasó sus ya incontables jornadas tras un volante o poniendo sellos o recogiendo y llevando correspondencia... pero nada, ni un indicio de algo sobresaliente más allá de haberse creído que era quien mejores nudos de corbata hacía y llevaba. Entre sus recuerdos había una colección de libros y algunos cuadernos de hojas ya sepias que fue a buscar.

Allí en su biblioteca de varios tablones encarrados en bloques de cemento moraban incontables notas que mostraban su yo de veintitantos.  Había plasmado con esa bonita pluma fuente que heredó de su tatarabuelo, en tinta verde, márgenes lúcidos y una caligrafía deslumbrante, varios textos que en nada se parecían a las notas que hoy garrapateaba corriendo de un lado para otro llevando recados, y que tomaba para no olvidar nada: como le habían dicho que debía ser. Leyó algunos y le parecieron extraños, como copiados de algún autor sólo que no lo recordaba... tal vez porque allá a su juventud le debió haber dado pena y ahora, su memoria estaba muy disminuida.

Dejó de buscar convencido de su absoluta falta de talento, no sin antes revisar con curia si el despertador estaba a la hora de siempre, para poder llegar a su "oficina", como llamaba a su mesa de clasificar correspondencia.

Ya faltaba poco para retirarse, sólo que antes de dormir dejó una pregunta en el aire sin respuesta: ¿De qué me iré a pegar cuando ya no haya cartas que entregar?

 

Francisco Pinzón Bedoya ©

2024

 

 


lunes, julio 07, 2025

Ángel pintor

 

 

ÁNGEL PINTOR

 

Estaba adivinando a dónde había ido a plantarse la fina claridad del día de mi suerte. Todo apuntaba a esa esquina bajo el samán, el único árbol centenario de no estaba en el centro de ningún parque. Ella, como un rayo farragoso, se pavoneaba indócil y deletérea, sujeta al capricho de las nubes y el viento que olía a tormenta que se acerca.

 

Ya va a morir, como yo, me dije. Nos parecemos, tal vez por ello es que tenemos esta alocada consonancia, y vibramos en la espléndida sintonía que me hace mover y admirarla. La vi jugar con las ramas y unos niños que se reían creando figuras con las sombras, que saltaban como si estuvieran jugando rayuela.

 

Está viva, grité, pero nadie me escuchó, a pesar de que a esta hora dominical, el parque era el punto de encuentro del pueblo, máxime después de salir de misa. Cuando llegué bajo el árbol, me abrazó, sentí su calidez y su acogida, y un susurro me dijo: esta es la última vez que nos unimos, gracias por ser parte de mi existencia, y tras el sonido de un trueno muy cercano, se fue diluyendo a través de las gotas de lluvia que hicieron buscar refugio a los sorprendidos paseantes.

 

Me quedé quieto hasta que la última gota de sol murió, y con ella... mi alma, que era una con ella, esa constelación de colores con que nos habíamos compenetrado.

 

¿Y yo, quién era? Quizás un pequeño recuerdo de un ángel que vagaba tras un sueño: pintar bellos paisajes eternos con la luz que irradiaban mis dedos. Pero, fui sólo unos bellos instantes y ahora, no sé dónde volveré a ser algo.

 

Francisco Pinzón Bedoya ©

Agosto 1 2023

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#elaprendizdebrujoliterario

NOTAS DEL DIARIO LITERARIO

Grupo EL APRENDIZ DE BRUJO

 

 

 

martes, julio 25, 2023

Los sentidos son los reyes

 



 

 

Marzo 15 de 2018

 

Los sentidos son los reyes.  La exposición a estímulos mayúsculos llena el aire.  Se sienten premios no pedidos que elevan la sonrisa.  Tiempo de cosecha.  Alguna ley universal de compensaciones se debe estar ejecutando.  Cuánta falta hacía flotar en este mosto de sentires.  Uno que se orna con colores, texturas, olores, y un sinnúmero de estímulos que rompan la rutina para hacer del tiempo un aliado y nunca una carga.

 

Se confabula el sentir con el riesgo y a la vuelta están las trampas que uno decide si las obvia o las enfrenta.  En alguna noche, peligro grita la razón y un galope de sangre pide silencio más allá de todo lo racional que se pueda ser. ¿Sublimar el ser o dejarse llevar? Ese es el quid del tema central en noches de desvelo.

 

Francisco Pinzón Bedoya ©

 

 

 



domingo, marzo 03, 2019

Inicio







INICIO

Dibuja su sueño en letras, se embelesa con las voces que lo invaden como si ellas lo deshabitaran de sí mismo.  Van saliendo renglones y renglones, no tiene cortapisas.  Estalla de júbilo y escribe, escribe, escribe.  En eso, la mañana lo sorprende mientras los papeles que lo rodean ahora cobran otro tono, ya no tan amigable.  Tiene una sonrisa que por primera vez le dice que está cansado.  Empieza a ser un habitante de su noche como lo había querido.  Cree con firmeza que lo que escribió debe ir a la nevera porque luego, con la técnica y otros aditamentos que ha estado volviendo suyos en esas sesiones de El Aprendiz de Brujo, lo va a mejorar, a dar forma, a decir para ser leído.  Tiene conciencia de que esto apenas empieza.  Ya empieza a dejar atrás esquemas y reglas que están tan entronizadas que le ha cuesta mucho esfuerzo dejarlas de lado: el horario, el deber, el qué dirán, el cómo luce y esa correlación de colores, lo que esperan otros, el miedo a no solventar sus necesidades y la de los suyos, en fin, aquello que fue su estructura mental durante décadas.  Ya empieza a habitar cada nuevo día como uno nuevo.  Tener esa conciencia lo hace sonreír y se ilumina cada segundo de esta mañana en donde ya escucha el rodar de aquellos que aún viven en esa máquina infernal del progreso y del desarrollo, y por ende, del salario.  Ganarse con qué sobrevivir es la mayor preocupación que cree que va afuera entre todos esos sonidos de buses, carros y motos.  Es la sensación de un renacer, de un rediseñarse, de la conquista tanto tiempo esperada.  Toma su ser y la naturaleza lo lleva directo a su cama, ese aditamento tan simple pero tan llamador.  ¡Buenos días!”, en lugar de... “¡Buenas noches”!


Francisco Pinzón Bedoya ©
febrero 18 de 2019






Tengo ganas

      TENGO GANAS   ... de tiempo en que sea yo uno más en el delirio que aspiro de viento de cometa para vibrar esos colorine...