En estas mañanas y en estas noches, ideas y hechos acechan, giran y se arremolinan en el cerebro. Son pretensiones de otras épocas que dan vueltas por sobre los sueños. A estos agites se les ha llamado vibrar y hasta vivir, y en otros casos stress. Esa forma moderna de afrontar las complicaciones humanas que le hemos dado al sentir, se ha convertido en una constante.
Pero... ¿saben? Pueden existir válvulas de alivio, de rodar más allá en otros estadios, y de poder dejar liviana el alma que soporta el cuerpo cansado y sin ánimo. Aparece la instancia palabrera que aprovecha la realidad y va acopiando elementos que en algunas veces se van transformando en escritos: cartas o poemas, por ejemplo.
Se halla entonces el refugio y algún probable alivio en las pequeñas cosas que pasan por los lados y que dicen del trasiego de la vida. Algunas al azar: atesorar en un puño el brillo de los ojos de la juventud que vibra y corre por nuestro lado sin vernos y hasta sin detectarnos; las tardes plomizas y los aguaceros, los arroyos, las nubes y su paso veloz mientras dormitamos un vuelo; los sueños de eventos de la mano en países desconocidos y no; un cuadro de algún pintor desconocido puesto para que propios y extraños pasen por su marejada de colores a la entrada de algún aeropuerto; la existencia evidente de las leyes del equilibrio de la vida cuando por unos lados da y por otros quita; la urgencia de estar y no estar en medio del boato a tres pasos del mar y no poder siquiera su arena y su espuma saludar; el porte digno y hermoso de una madre durante un vuelo nocturno; la sonrisa clara y transparente de mi hijo de ojos como ese mar lejano que me llama a compartir sus días y sus muchos tiempos conjugados en distintos verbos; el disfraz de siete a cinco; los conflictos con la ley de los hombres y reflexiones frente a la ley de Dios; el papel a veces oscuro y a veces brillante en la cátedra; ausencias y vacíos reconocidos, queridos y a veces aceptados; inmensos suspiros que salen cuando se han asomado algunos gritos broncos; un encuentro con la poesía de alguna olvidada biblioteca; la renovación permanente en la música que calma, que llena, que alimenta; la entonación de cantos al aire, que se pierden durante una caminata; etc.
En fin son miles de situaciones que le dan brillo a la vida, y ellas le podrían dar brillo a las letras. Todos las tenemos, sólo queda mirarlas, observarlas y aprender a con otros ojos admirarlas, mas queda el deleite de capturarlas y pretender hacerlas... eternas. Lo que pasa raudo es el tiempo que se nos lleva esa misma vida, y ¡ah! tan corta, tan efímera, tan incierta, tan bella...
En las pequeñas cosas sigue habiendo esperanza... A eso apuesto... ¡Ojalá funcione!
TA TA TD CTMA
Que bello escribes querido amigo y que sencillo se hace el recorrido por tu casa, con frases tan sensibles y directas.
ResponderBorrarUn abrazo a la distancia...¿dónde estas?
Y tan intensa...
ResponderBorrarEn un taller que hicimos en Alicante acuñamos la palabra Literacura para denominar ese primer estadio de la escritura que comprehende el escribir como válvula de escape.
UN abrazo
Marta Uma
fue muy lindo leerte...exitossssssssssssss
ResponderBorrarRealmente, las pequeñas cosas nos pasan desapercibidas porque siempre andamos tras las grandes que no nos llegan, entre otras razzones porque se nos presentan tan revestidas de sencillez que no tenemos ojos para verlas ni corazón para sentirlas, ni inteligencia para comprenderlas.
ResponderBorrar¡Enhorabuena! Una excelente reflexión