DE UN ASALTO A MIS LETRAS
Hay tantas hormigas cerca de mí, en los lindes de mi cuaderno, que casi llegué a creer que ese ejército de mínimas voluntades tenía como tarea, como objetivo, asaltarlo y llevarse una a una las letras que he venido escribiendo estas noches escondido, tal vez hasta de la imagen que a veces notan mis amigos.
Hay tantas hormigas cerca de mí, en los lindes de mi cuaderno, que casi llegué a creer que ese ejército de mínimas voluntades tenía como tarea, como objetivo, asaltarlo y llevarse una a una las letras que he venido escribiendo estas noches escondido, tal vez hasta de la imagen que a veces notan mis amigos.
Me las imaginé cargando a cuestas las emes mal escritas, y sacando con dificultad esa zeta que se zafa de mis manos en un zigzag, o tal vez vi algunas que intentaban tomar mis oes y redondearlas como no puedo hacerlo la mayoría de mis días, ya que en ellos esas vocales no existen, pero sí en mis noches.
Me pareció que querían arrastrar de las puntas mi letra manuscrita y llevarse los hilos de tinta, tal vez para reconfigurarlos allá en su nido, en mejores metáforas que las que a mí, en mi cuaderno rayado, se me hayan ocurrido.
Llegué a sospechar que sólo querían dejarme aquellos versos que hablaban de dolor, porque una de ellas se estacionó en la palabra amor, y me miraba como queriendo decir que aquel amor ya había cambiado de dueño, y que con él arreglaría dos, tres o cuatro entuertos.
Pero, lentamente volví a estar en el mundo de los grandes y de un golpe de spray, de esos certeros, acabé con las intenciones amatorias y literarias de aquellas acompañantes más pequeños, a quienes vi como adoradoras de mis versos buenos. Sólo que al final me pregunté: ¿Y cuáles serían aquellas que mis amigas minúsculas hubieran dejado? No supe cómo responderme, porque aquí sigo escribiendo todo lo que soy desde este cúmulo de letras que tengo en todo mi ser imperfecto.
9/VIII/2004
Llegué a sospechar que sólo querían dejarme aquellos versos que hablaban de dolor, porque una de ellas se estacionó en la palabra amor, y me miraba como queriendo decir que aquel amor ya había cambiado de dueño, y que con él arreglaría dos, tres o cuatro entuertos.
Pero, lentamente volví a estar en el mundo de los grandes y de un golpe de spray, de esos certeros, acabé con las intenciones amatorias y literarias de aquellas acompañantes más pequeños, a quienes vi como adoradoras de mis versos buenos. Sólo que al final me pregunté: ¿Y cuáles serían aquellas que mis amigas minúsculas hubieran dejado? No supe cómo responderme, porque aquí sigo escribiendo todo lo que soy desde este cúmulo de letras que tengo en todo mi ser imperfecto.
9/VIII/2004
Hola, Francisco
ResponderBorrarPues acá estoy, he venido a visitarte para agradecer como se debe, no solo tu comentario a mi cuento, sino el que me hayas enviado tu bello texto, que sí tiene en común con el mío, los dos se meten con el lenguaje, esta maravillosa herramienta que ahora nos permite, como si no bastara con la alegría de la literatura, este plus: el encontrarnos a pesar de la distancia, compartiendo un territorio común. Un saludo cordial desde Bs. As.
Te felicito por tu Blog, te prometo regresar para revisarlo com mas calma. Chauuuuu
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