lunes, noviembre 27, 2006

LUZ Y SOMBRA



El sueño desaparece, llega la luz y el sonido del despertarse. Ese mundo de ilusiones, silencios, locuras y entregas, de repente se queda allí, oculto en ese espacio íntimo que riñe con la cruda realidad, donde el soñar y el reír de la locura sin simulación no es un posible vivo sino uno que pervive en algún universo paralelo.

La línea que los separa, no exactamente el sueño y la vigilia, no es exacta pues en muchos casos el ser orate está en horas despiertas y a las glorias del soñar también las atropella la evidencia de una realidad que duele, que paga, que da frío y que da miedo frente a la necesidad que todos tenemos de vivir en este cuerpo que se salva... por tener un alma plena de versos, cielos y onirias.

Luego el tiempo y su recorrido, marcado por el palpitar y la sangre, hace su labor implacable y marca de realidad el paso por el aire, por la lluvia, por el tráfico, por el relacionarse con otros y hasta por ser ese ser social a que nos hemos comprometido para con los demás. En el transcurso de las horas, tumultuosos y mandatorios, aparecen diablillos que avisan que los sueños y los pálpitos siguen ahí, vivos en el alma, manifiesta en un cuerpo de suspiros y resuellos, y no la podemos acallar. Si a ello le sumamos que en la sangre corre el grito de la poesía, la condición humana tiende a salirse rápidamente de la cordura porque el atractivo al otro lado del espejo es infinito, es ilimitado, es como la atracción que sienten las polillas por la luz, los tiburones por la más mínima gota de sangre, los bebés por los ojos y los pechos golosos de su madre, y... los enamorados por la luna blanca y llena que le hace guiños al mar para besarlo en madrugada.

Es éste un paralelo estar ya que tenemos la dualidad paradójica de cuerpo y alma en mundos que los poetas anhelamos juntar...

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