10 de abril de 2007
Hay en las fauces de este tiempo en que recorro con tristeza, preocupación y hasta enojo mi dispensa adulta, un dinosaurio que tiene ojos de olvido y odio a mis letras. Sin embargo, es como decir que no existen porque hay un algo afuera, un demonio, un luzbel que no descansa hasta acallar mi pluma, pero ello no es verdad. Son días y noches de claros y oscuros tonos entre las sábanas, entre los postigos que la lluvia deja, acallando ésas mis voces profundas de miedos, desdiciendo de lo que añoro que no pueda llegar a ser u ocurrir, aquello que inhibe a mis dedos a decir, a decir, a decir.
Tomo entre mis manos plumas y renglones misteriosos y me solazo como consuelo en los trazos de otros que ante mis ojos están brillantes, pero que en sus inicios sufrieron “el implacable (paso) del lápiz rojo...” como dice por ahí un escritor famoso de su materno corrector de texto y estilo para llegar a ser algo en algún lector. Todo en estos días tiene tonos ajenos que hoy, viéndolos en perspectiva, son como tiempos de recarga, de abastecimiento del alma, de indagar a través de mis ventanas por los derroteros de quines ya publicaron aquello que les fue dado escribir y a mí me es dado leer (parafraseando a Borges)... Han pasado por mis manos poemas, cuentos de todo tipo, trozos de crónicas, entrevistas, partes de una novela que he empezado “empecinadamente” varias veces cuya trama no me seduce pero cuya escritora sí, o su estilo más bien. Danzan en un sinfín de vueltas verticales hasta que de pronto... una luz estalla dentro de mí con su fuego bienhechor, con su rocío de primeros brotes... y me aferro a ellos sin dejarlos ir hasta que aparecen sobre el papel (o el monitor en este caso) las letras que van ordenadamente describiendo cómo me siento... después de este tiempo de ayuno...
Nada bueno aparece más allá de esta itinerancia que describe mi despertar otra vez, después de días de clamor por hacer y más que ello, decir. ¿Decir qué? Nada tal vez... pero es un poco la calistenia de algo que deberá llegar en versos a través mío. Como un algo que se espera después de que el sol ha salido tras la nube gris que se aleja...
Leo de Fernando Rendón: “EMBRIAGUEZ // La ficción se desploma / y al fin nos inunda / la verdad arrasadora / de la vid” Trampa estoica del tiempo en pocas letras que hablan de historias que se viven tras el opaco cristal del alcohol... y me viene a la mente algunos versos de Eduardo Carranza “Escribiré en el vino rojo un nombre: / el tu nombre que estuvo junto a mi alma / sonriendo entre violetas.” hablando de la melancolía y de su paliativo en el licor... O: “...tiene la belleza rauda que da el vino...”. Hasta una paráfrasis de Gabo de parte de algún periodista en estos días garciamarquianos me hace sonreír: “Muchos años después, frente a los lectores que se apelotonaban para comprar el libro de sus memorias, el escritor Gabriel García Márquez había de recordar aquella tarde remota en que su abuelo lo llevó a conocer el diccionario.” Unas gotas escapan de la sabiduría de algún texto y caen sobre mí: “El beso es una forma de diálogo. George Sand“ y “Un amigo es uno que lo sabe todo de ti y a pesar de ello te quiere. Elbert Hubbard”. Cada lectura y cada tanto así de aporte de otros me va recomponiendo y vuelvo y siento que existo... ¿La razón? Oculta para miles de ojos y a quienes lleguen a leer este texto... pero para mí ya existe una clara explicación.
Tal vez vale la pena poner colofón con este regalo:
Virgen moderna
Edith Södergran
Yo no soy una mujer. Soy un neutro.
Soy un niño, una paje y una decisión osada.
Soy una raya risueña de un sol escarlata...
Soy una red para todos los peces voraces,
soy un brindis en honor de todas las mujeres,
Soy un paso hacia el azar y la ruina,
soy un salto en la libertad y el yo...
Soy un murmullo de la sangre en el oído del hombre,
soy un estremecimiento del alma, el deseo y el rechazo de la carne
soy la enseña de nuevos paraísos.
Soy una llama, inquieta e intrépida,
Soy agua, profunda pero audaz hasta las rodillas,
soy agua y fuego en leal unión libre...
Traducción de Javier Sologuren.
¡Vivan las mañanas como hoy... llenas de letras, cualesquiera que ellas sean!
Hay en las fauces de este tiempo en que recorro con tristeza, preocupación y hasta enojo mi dispensa adulta, un dinosaurio que tiene ojos de olvido y odio a mis letras. Sin embargo, es como decir que no existen porque hay un algo afuera, un demonio, un luzbel que no descansa hasta acallar mi pluma, pero ello no es verdad. Son días y noches de claros y oscuros tonos entre las sábanas, entre los postigos que la lluvia deja, acallando ésas mis voces profundas de miedos, desdiciendo de lo que añoro que no pueda llegar a ser u ocurrir, aquello que inhibe a mis dedos a decir, a decir, a decir.
Tomo entre mis manos plumas y renglones misteriosos y me solazo como consuelo en los trazos de otros que ante mis ojos están brillantes, pero que en sus inicios sufrieron “el implacable (paso) del lápiz rojo...” como dice por ahí un escritor famoso de su materno corrector de texto y estilo para llegar a ser algo en algún lector. Todo en estos días tiene tonos ajenos que hoy, viéndolos en perspectiva, son como tiempos de recarga, de abastecimiento del alma, de indagar a través de mis ventanas por los derroteros de quines ya publicaron aquello que les fue dado escribir y a mí me es dado leer (parafraseando a Borges)... Han pasado por mis manos poemas, cuentos de todo tipo, trozos de crónicas, entrevistas, partes de una novela que he empezado “empecinadamente” varias veces cuya trama no me seduce pero cuya escritora sí, o su estilo más bien. Danzan en un sinfín de vueltas verticales hasta que de pronto... una luz estalla dentro de mí con su fuego bienhechor, con su rocío de primeros brotes... y me aferro a ellos sin dejarlos ir hasta que aparecen sobre el papel (o el monitor en este caso) las letras que van ordenadamente describiendo cómo me siento... después de este tiempo de ayuno...
Nada bueno aparece más allá de esta itinerancia que describe mi despertar otra vez, después de días de clamor por hacer y más que ello, decir. ¿Decir qué? Nada tal vez... pero es un poco la calistenia de algo que deberá llegar en versos a través mío. Como un algo que se espera después de que el sol ha salido tras la nube gris que se aleja...
Leo de Fernando Rendón: “EMBRIAGUEZ // La ficción se desploma / y al fin nos inunda / la verdad arrasadora / de la vid” Trampa estoica del tiempo en pocas letras que hablan de historias que se viven tras el opaco cristal del alcohol... y me viene a la mente algunos versos de Eduardo Carranza “Escribiré en el vino rojo un nombre: / el tu nombre que estuvo junto a mi alma / sonriendo entre violetas.” hablando de la melancolía y de su paliativo en el licor... O: “...tiene la belleza rauda que da el vino...”. Hasta una paráfrasis de Gabo de parte de algún periodista en estos días garciamarquianos me hace sonreír: “Muchos años después, frente a los lectores que se apelotonaban para comprar el libro de sus memorias, el escritor Gabriel García Márquez había de recordar aquella tarde remota en que su abuelo lo llevó a conocer el diccionario.” Unas gotas escapan de la sabiduría de algún texto y caen sobre mí: “El beso es una forma de diálogo. George Sand“ y “Un amigo es uno que lo sabe todo de ti y a pesar de ello te quiere. Elbert Hubbard”. Cada lectura y cada tanto así de aporte de otros me va recomponiendo y vuelvo y siento que existo... ¿La razón? Oculta para miles de ojos y a quienes lleguen a leer este texto... pero para mí ya existe una clara explicación.
Tal vez vale la pena poner colofón con este regalo:
Virgen moderna
Edith Södergran
Yo no soy una mujer. Soy un neutro.
Soy un niño, una paje y una decisión osada.
Soy una raya risueña de un sol escarlata...
Soy una red para todos los peces voraces,
soy un brindis en honor de todas las mujeres,
Soy un paso hacia el azar y la ruina,
soy un salto en la libertad y el yo...
Soy un murmullo de la sangre en el oído del hombre,
soy un estremecimiento del alma, el deseo y el rechazo de la carne
soy la enseña de nuevos paraísos.
Soy una llama, inquieta e intrépida,
Soy agua, profunda pero audaz hasta las rodillas,
soy agua y fuego en leal unión libre...
Traducción de Javier Sologuren.
¡Vivan las mañanas como hoy... llenas de letras, cualesquiera que ellas sean!
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