ANGUSTIA
Era yo pero no estabas. Tu voz y tu boca... muertas. Te perseguí kilómetros y sólo encontré tu sombra. Ese remedo de ilusión tuya y la miserable vocación mía estaban asidas al farol de la esquina, fumaban nuestros cuentos hechos de finos papeles como en las novelas de cosacos en la revolución bolchevique. Te anduve por los caminos que contigo recorrí... y no estabas. Nunca sentí que estuvieras añorando mis caminos ni los pliegues de mis manos, convertidos en deidades ante tus encantos. Nunca estuviste cerca pero yo sí de ti. Eras la perfecta acepción en mí de la palabra ignorarme. Yo te olía... Te alcancé a besar pero mi boca salió y entró de ti y tú... no me besabas ni me sabías cercano. Yo estaba ahí... hurgándote toda desnuda. Y luego... bailabas con tu paso mundano. Ante tu máscara sólo se veía el negro
de tus ojos de niña de carbón. Corrí y me extravié detrás de tu risa por verdes calles malolientes de cerveza, tabaco barato y semen. Yo te descubrí viajando en góndola con tu gondolero que te admiraba y unas guitarras de otros que te cantaban. Y pasaste de blanco... por debajo del puente donde yo... te miraba y te extendía mis brazos. Sólo me salvó... que el reloj sonó y que de ese dormir horrendo me despertó. Tú... Venecia... las góndolas... los canales... tus cigarros sólo son hoy... mis miedos sobre el filo de mi sueño.
27/I/2001
¿Máscaras... que ocultan los sueños
o deseos ocultos?
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