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El viajero de versos llega y toma de lo que lee su zumo, claudica ante unos ojos ciertos y deshecha lo que no le suena pero sigue. En su camino sin rumbo sólo tiene en mente sentir eso que se le aparece en algunos versos, especialmente en aquellos donde pocos ojos han “aterrizado” y que tímida y hasta tiernamente alguien ha dejado al azar en la red, tal vez llenos de alguna pasión o de una pulsión, o hasta del silente deseo de estar en alguna parte o de pertenecer a algo. No son juicios que se lanzan, no son decires que se valoran, al viajero de versos esto no le importa, los “motivos del lobo” son del lobo se dice. Se permite viajar por caracolas y mascarones de proa, y en ese intento invoca Isla Negra y a Neruda, a isla Bomba y sus cocoteros, pero también los sonidos que de niño desde ese rosado nacarado caracol que trancaba la puerta lo sedujeron.
El viajero de versos de pronto levanta sus ojos cansados del ordenador (computador) y se detiene en ese ajado y hasta quemado por la punta de un cigarrillo libro que la tía Ena le regaló, y que reza “El buque de los enamorados” de Saavedra y se detiene en esas líneas casi perfectas en rima y en medida, eso que el amigo entrañable de Abad Gómez escribió desde su casa de Rionegro. Al lado de ese pequeñín de la colección El Arco y La Lira de Bedout, resplandece -por no se sabe qué motivos- otro librito verde de sonetos de Shakespeare que otro William –Ospina- tradujo y que ha descubierto que más que ello, le suenan a “poemas de William” con sabor a Padua y a Ursúa y no con sabor a England.
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El viajero de versos lleva su vida por los recorridos de soleadas latitudes latinoamericanas de sol perpetuo, por los encantados parajes yermos de una Europa fría y contundente de maravillosa oratoria o reflexión, como el soliloquio de Segismundo, y por las alertas que paso a paso con sus sentidos “ve”, sin enojarse por los tropiezos y los “no entiendo” que se aglomeran a veces en algunas esquinas de la biblioteca “babélica” a su alcance de o la más grande, la de la Web, sin orden ni aparentes motivos.
Ese viajero de versos seguirá siendo el campeador de latitudes imbuidas en la naturaleza ininteligible de la poesía... ¿Es usted uno de esos viajeros? ¿Se le puede confiar a usted, como a alguno de ellos, el derivar por caminos asfaltados de versos? ¡Ojalá!
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Escrito por Francisco Pinzón Bedoya
noviembre 14 de 2008
Como siempre, allí estás enriqueciéndonos el alma y pintándonos el corazón de sentimientos.Qué bello regalo para todos los que te leemos. Gracias una vez más. un abazo
ResponderBorrarQué hermoso, Francisco... yo soy de esos viajeros, sí, definitivamente, sí!
ResponderBorrarUn beso y feliz domingo!
Me gusto mucho porque en cierto modo me senti identificada, una viajera que arma sus versos a su manera...la verdad es que lo describiste hermosamente, me lo guarde (si me lo permites)
ResponderBorrarun saludo!
Muy sensible, genuino lo que escribes.
ResponderBorrarQuiero ser viajero de poema, viajero del poema.
Saluditos.
eyy
ResponderBorrarme gusto mucho esto que escribiste!
muy bueno el blog!
simplemente paso a dejar saludos y a comentar que estoy estrenando el mio
me gustaría si puedes pasar y dejarme alguna crítica, escribo también...
en fin, saludos y suerte!