RECUERDOS CON CALOR
Cuando uno vive en el calor y suda porque
sí y porque no, no hay alternativa: te aclimatas a él o mueres. Recuerdo en el
colegio, 1:45 pm en clase, metido en un
semisótano que llamaban los Países Bajos, el sudor se posaba en el cinturón y
en medio de las nalgas y las marcas de humedad iban desde la mitad de la
cintura hasta la nuca y la cabeza, aunque no estuviéramos moviéndonos sino
los ojos, intentando tomar nota de la clase de prehistoria que un apóstol
trataba de impartir, allí donde solo había unas pequeñas ventanas que daban al
patio, la luz mortecina de una bombilla y la total ausencia de, al menos, un
abanico. Debíamos acopiar servilletas o papel de cualquier tipo en el borde de
los antebrazos antes del contacto con el cuaderno, para que el sudor no
corriera la tinta con que estábamos tomando notas o haciendo dibujos o mapas,
pero eso no era remedio infalible. Al
cabo de algunos meses todos los cuadernos presentaban marcas amarillas de sudor
en sus bordes, y mi madre tenía que orearlos mientras dormíamos para que al
otro día fueran al menos usables.
Francisco Pinzón Bedoya
febrero 28 de 2023
Muy buen ejercicio de la pluma, Pacho. Tiene presencia de apunte de diario litario, lo que significa que es una semilla de la cual puede crecer una historia.
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