miércoles, junio 21, 2023

Lunes festivo en El Salado


  

 

LUNES FESTIVO EN EL SALADO

 

Traen listas las carpas de acampar y todos los aditamentos para instalarlas.  Vienen con bastimento y bártulos para lo que van a cocinar.  Hay extremos: viejos, mascotas y niños.  Por la forma en que se presentan desde lejos no distingo cuál es cuál.  Esa niña de trenzas, carisucia de ojos verdes, toma su tetero que se debió haber caído en ese camino polvoso unas tres veces.  La abuela rezonga de manera ininteligible, de la mano de un señor con resaca que no percibe ni los tropiezos ni el sudor que recorre su rostro.  El perro hurga los botes de basura y los desparrama sin que haya alguien que lo controle.  En el intermedio, unos adolescentes llevan su música y sus tatuajes.  Este grupo ha llegado tarde porque ya casi todos los buenos sitios están ocupados por otras tantas familias que ya tienen hollín en la cara y en las manos. Tal vez por eso es que parece que divagaran y no que buscaran dónde hacerse.  Una bola de caucho de números sale disparada de la otra orilla y le da en la cara a un niño que cae de bruces contra una piedra.  Dos adultos a cada lado de la quebrada La Ayurá se dicen cualquier cantidad de improperios, mientras las señoras tratan de calmarlos, pues ya se oyen amenazas y el aire grita: ¡Peligro!  Se ve algún humo que no proviene de las hornillas del sancocho sino de unos jóvenes que usan a natura para elevarse por sobre todos los humanos que estamos alrededor, con sus dosis de “cilantro salvaje” como les oí llamarlo. El sol es inclemente, se ven pieles rojas que esperarán a la noche su dosis de sábila, y algunos ojos hinchados llenos de lágrimas.

 

Me sobresalta el hecho de que en escribir esto me he demorado más de cinco veces el tiempo que tardaron en pasar y en perderse de vista, en oír la algarabía de la casi reyerta, en compadecerme de los extremos y en ver tanto descontrol ante el sol, sin embargo, refuerzo detalles en los siguientes que aparecen como calcados, sólo que allí va un señor más borracho y repartiendo aguardiente a varios amigotes que no respetan a los demás transeúntes con su música de cantina a todo volumen, que salta desde un pequeño parlante que cuelga del morral sucio de uno de ellos.

 

¿Qué esperaba yo al venir? me pregunto.  No pude haber tomado una peor decisión para escribir sobre la naturaleza y los parques ecológicos.  Ahora, ¿qué le entregaré a la profe cuando me pregunte sobre la tarea de la fauna y la flora de esta parte de Envigado? ¿O será que esta es la nueva fauna y esa que se estaban fumando la nueva flora? No lo sé ya, pues algo de ese humo azulado me hace reír y escribir pendejadas.

 

Francisco Pinzón Bedoya ©

marzo 22 de 2018

 

 



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