Calle 14 entre segunda y tercera
Resuenan en sus ecos los cascos y las
herraduras de la historia, cuando llevaban las legiones de caminantes que
hicieron de este sitio lo que hoy queda. Tal vez trajinaban marismas y aguas
estancadas y soles que descansaban en sus ojos, mientras las viseras de las
gorras paliaban rayos, y dejaban a las bestias que con su memoria y su
cansancio ancestral los llevaran por el camino, tal vez hacia tierras más
frescas, a algún destino para entregar sus preciados cargamentos.
Después, el camino fue poblándose y las
grandes casas lo convirtieron en calles empedradas, donde los sonidos ya eran
evidentes. Los árboles debieron ser los sombríos acompañantes de la turbamulta
de diversos colores y tintes.
Pudieron pasar por aquí Bolívar y su séquito,
tal vez su amigo médico y un ejército de sirvientes y soldados rumbo a San
Pedro Alejandrino, su hacienda de descanso.
Quizás en estas mismas calles se escucharon sus gritos de esperanza, sus
lamentos y quejidos, y su voz de dolor y desespero, con tantas glorias que de
poco le sirvieron. Sus estudios en Europa y su causa tocaban finitudes ya.
En fin, uno puede casi ver las recuas cansadas
pero de fiesta, del día de la celebración.
Pasaba por su mente desde el nacimiento y la presencia evidente de la muerte,
desde el boato a la pobreza: una vida que creó la base de lo que ahora disfrutamos
y que nos habla desde las paredes blancas y los techos altos, con balcones
mirando hacia la bahía.
Todo esto sólo es mi imagen del rodar de un
paso que he visto al pasearme por estas callejuelas sin tiempo, pero con un amor
desmedido debido a la salvación que fueron para mi familia.
Francisco Pinzón Bedoya
Santa Marta
2010
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