DON
JUICIOSO
Buscaba
esta noche con afán sus talentos. Hacía tanto que no revisaba sus entresijos
que al hacerlo apenas encontró algo de valor, más allá de su inveterada
costumbre de cumplir órdenes, muchas veces sin chistar, o -en la última etapa
de su vida- asqueado hasta la arcada.
Toda
su vida ordenada por fechas y por temas no hacen más que atestiguar su alma de
hormiga. Minúsculo se dice: Yo qué voy a tener talentos, así el Padre lo haya
dicho anoche en misa: Queridos hermanos, todos tenemos talentos, sólo hay que
ayudarlos y dejarlos salir.
Al
no hallar algo, se limitó a revisar su historia, no sea que los hubiera tenido
y que hubieran desaparecido por tanta rutina que les había echado encima, o
quizás habían muerto de hambre en algún caballete o en un pentagrama que nunca
fue.
Repasó
sus ya incontables jornadas tras un volante o poniendo sellos o recogiendo y
llevando correspondencia... pero nada, ni un indicio de algo sobresaliente más
allá de haberse creído que era quien mejores nudos de corbata hacía y llevaba.
Entre sus recuerdos había una colección de libros y algunos cuadernos de hojas
ya sepias que fue a buscar.
Allí
en su biblioteca de varios tablones encarrados en bloques de cemento moraban
incontables notas que mostraban su yo de veintitantos. Había plasmado con esa bonita pluma fuente
que heredó de su tatarabuelo, en tinta verde, márgenes lúcidos y una caligrafía
deslumbrante, varios textos que en nada se parecían a las notas que hoy
garrapateaba corriendo de un lado para otro llevando recados, y que tomaba para
no olvidar nada: como le habían dicho que debía ser. Leyó algunos y le
parecieron extraños, como copiados de algún autor sólo que no lo recordaba...
tal vez porque allá a su juventud le debió haber dado pena y ahora, su memoria
estaba muy disminuida.
Dejó
de buscar convencido de su absoluta falta de talento, no sin antes revisar con
curia si el despertador estaba a la hora de siempre, para poder llegar a su
"oficina", como llamaba a su mesa de clasificar correspondencia.
Ya
faltaba poco para retirarse, sólo que antes de dormir dejó una pregunta en el
aire sin respuesta: ¿De qué me iré a pegar cuando ya no haya cartas que
entregar?
Francisco
Pinzón Bedoya ©
2024
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por llegar hasta aquí y dejarme tu mensaje, es un lugar ínfimo en este universo.