Desde la muerte por su propia mano de MaMeCa, he estado indagando aquí, allá y acullá sobre este escabroso tema para los que como yo, somos afectos a esta vida a pesar de todo lo que ella traiga y contenga.
Alejandra Pizarnik, para citar sólo un ejemplo, quien había nacido en Avellaneda (Argentina), hija de padres inmigrantes rusos y con una biografía literaria que comenzó muy pronto, se suicida, sobredosis de seconal, a los 36 años en 1972. Alguien conocedor de su obra la consideró "La Poeta que lloró hasta romperse".
Ya desde su "Origen" se insinuaban cansancios de otras edades", como si en su metas estuviera vivir poco. Tenía en su haber al "Despertar", peguntas sin respuesta y sin destino: "¿Cómo no me extraigo las venas / y hago con ellas una escala / para huir al otro lado de la noche?", cual presagio de un adiós cualquiera: el suyo. Su angustia existencial hacía llamados y retos permanentes a su cordura: "esto es la vida, / este aullido, este clavarse las uñas / en el pecho, este arrancarse la cabellera a puñados, este escupirse / a los propios ojos, sólo por decir, / sólo por ver si se puede decir: / "¿es que soy yo? ¿verdad que sí? / ¿no es verdad que yo existo / y no soy la pesadilla de una bestia?".
Cantos profundos y hoscos, tal vez funestos y abismales, llamando a ser la existencia y a la vez su explicación. Tal vez Alejandra era sólo pura intensidad en su apartarse del yo, de ese yo que le era casi ajeno, entre el amor y sus demonios, y sus miedos y atractores. Toda en ella, siendo ella letras, era desmesura, y se me ocurre que la búsqueda permanente del SENTIDO a ser y estar. Como todos los poetas, o la mayoría, aparecen en su obra frases como: "ataúdes de colores deliciosos", "Toda la noche escucho el llamamiento de la muerte, toda la noche escucho el canto de la muerte junto al río, toda la noche escucho la voz de la muerte que me llama.", "la muerte en un vestido rojo, la bella, la funesta, la espectral, la que toda la noche pulsó un arpa hasta que me adormecí dentro del sueño.", y otros muchos que se presentan en la mayor parte de su extensa y desafiante obra, tal vez por lo convulsa, por lo poco directa, por las metáforas que normalmente me superan.
De ella escribió Luis Chitarroni. "Basta nombrarla para que en el aire vibren la poesía y la leyenda. Una lírica extrema y también una tragedia". Sin embargo, ya tenía antecedentes muchos, dice uno de sus biógrafos "Años de versos y de terapias psicoanalíticas y de frustrados intentos de suicidio con barbitúricos, y el insomnio peligroso siempre como telón de fondo, máscaras de la noche en lugares perdidos que sólo ella conocía: "Invitada a ir nada más que hasta el fondo"." Y llegó el final con su decisión que nadie pudo reversar.
Pero, ¿saben qué? En casi todos "los poetas, los poetastros y las poetisas, y los poetos" (como dice la revista literaria EL GRITO) hay esta presencia, pero a pesar de ello NADA da pie para afirmar que todos ellos se quieren (¿queremos?) suicidar, más bien me crece dentro la certeza cual zarza que en su surgir pone dolor por donde pasa, y que la vida y la muerte son una sola.
Me gusta este tema y como está escrito tu texto. Me gusta Pizarnik a quien además conocí por tí. ¿cuál libro de ella me recomiendas en especial?.
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