XVI
Así como la hierba no es la misma después de leer a Whitman, ni las noches de luna son las mismas después de leer a Silva, un poco parafraseando a Borges, estoy también convencido de que ni Dvorak ni Grieg ni la música clásica del comienzo del movimiento modernista es la misma después de que uno se asoma -no importa si por accidente como es mi caso- a los acordes de esos compositores y, por encanto de la forma en que otros los abordan, alcanzar a entender sus motivaciones nacionalistas y sus enormes ganas de rescatar lo autóctono de sus repúblicas natales, la Checa y la Noruega. En ellos, uno escucha sus violines montañeses o los silbos de los vientos por entre los fiordos para derrotar lo agreste de sus costas escandinavas. Yo mismo ya no soy el mismo después de cada experiencia con cada poeta que en forma caótica se me aparece en mi camino de sueños poéticos, ni en el reconocimiento de que el sentir en esos estados de alta conciencia musical hay poesía, y que ello me ha hecho ser un mejor constructor de versos, de mis versos, de mis pequeños sueños.
11/VII/2004 (Se envío como parte de la Entrega N° 47, el 18 de julio de 2004)
Así como la hierba no es la misma después de leer a Whitman, ni las noches de luna son las mismas después de leer a Silva, un poco parafraseando a Borges, estoy también convencido de que ni Dvorak ni Grieg ni la música clásica del comienzo del movimiento modernista es la misma después de que uno se asoma -no importa si por accidente como es mi caso- a los acordes de esos compositores y, por encanto de la forma en que otros los abordan, alcanzar a entender sus motivaciones nacionalistas y sus enormes ganas de rescatar lo autóctono de sus repúblicas natales, la Checa y la Noruega. En ellos, uno escucha sus violines montañeses o los silbos de los vientos por entre los fiordos para derrotar lo agreste de sus costas escandinavas. Yo mismo ya no soy el mismo después de cada experiencia con cada poeta que en forma caótica se me aparece en mi camino de sueños poéticos, ni en el reconocimiento de que el sentir en esos estados de alta conciencia musical hay poesía, y que ello me ha hecho ser un mejor constructor de versos, de mis versos, de mis pequeños sueños.
11/VII/2004 (Se envío como parte de la Entrega N° 47, el 18 de julio de 2004)
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