lunes, marzo 24, 2008

VOCABlos anidados



En la estancia de libros y fonemas, en la curiosidad de describir y de decir, de espantar lo que se siente y de querer tener lo que no se tiene, mis notas han dejado estos rastros:

-->Los cielos declararon la gloria de Dios (a propósito de viernes santo)

-->Los sermones del viento (en un jueves santo)

La hora del espíritu (después de escribir un poema)

Las sinfonías sobrehumanas

Noche indescriptible de estrellas silenciosas (mirando sin ver el cielo estático)

La vitalidad de esos hechizos irrompibles que se terminan (mirando dentro)

La lucidez de lo luminoso y lo oculto en lo que no decimos (hablando solo)

Maravillosas conjunciones de silencios y de pompas

La volatilidad de las sombras asaltadas por los últimos rayos del sol

Ese estado de sangre corriendo dentro, sin tiempo y sin “razón” aparente

Era un cielo lleno de profetas, de biblias de alusiones a poemas muy viejos que dejaban discurrir todo su encanto hasta mi alma (después de una sesión cualquiera de lectura de disímiles versos)

De Whitman, retumban: esa concavidad estelar sobre mi cabeza...; la naturaleza hundió –a través de mí- su plácida lección de lo indecible...; ese hechizo redondeado y estéril...; habitaba allí el arte, el libro, el sermón y hasta la ciencia...; alguna oda universal de vaguedad me plagó...

Gracias a alguien por dejar en mí... estos rastros que serán mi vitalidad algún día al escribir más versos que hablen de mí y de lo que soy y nadie ve.

Sólo sé que... TATATD hechiyhmadu yqvM

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