LIBERACIÓN
Expulsado de su esencia, le pareció que el
mundo afuera no era el mismo. A las
personas de la calle se les deformaban sus caras y eran gestos de carnaval del
dios Momo, su equilibrio era precario y se iban cayendo a su paso como por una
fuerza extraña que emanaba de él y los arrollaba. Ésta lo sorprendía y no paraba de alegrarse
de despuntar, al fin, en algo. Había un aire que pesaba mucho y era
irrespirable, pero a los demás tal vez no les importaba. Se asfixiarían y en lugar de advertirles, una
sensación de indiferencia se apoderó de su ánimo y, sin querer, le brotó una
enorme sonrisa. Ya no se sentía parte de
este tiempo que hacía unos instantes creyó era el suyo. Su espíritu más puro se estaba elevando por
encima de los techos y los edificios, y sintió su liviandad al flotar.
Los transeúntes a duras penas acataron a
inmovilizarlo tras un vigoroso ataque de epilepsia y su caída estrepitosa
contra el andén. Su ayuda no era muy
coordinada ni con conocimiento para tratarlo. Fue inútil, de un mordisco súbito
se cortó la lengua y, con su sangre, se estaba ahogando.
Que le importaba ahora todo, su sensación
de libertad le iba ganando y su ascensión a un azul profundo muy atractivo, lo
llamaba.
Francisco Pinzón Bedoya
noviembre 7 de 2023
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