miércoles, junio 04, 2008

VIAJE AZAROSO (I)



(YA QUE POR ALGUNAS LETRAS VIAJAN
LOS SUEÑOS)


A mi lado se sentaron tantos personajes tan disímiles como mi aleatoria forma de escogerlos. Una hermosa mujer sin rostro, de espaldas con su cuerpo desnudo sentada al borde de una bañera, me daba la presentación de Santiago Gamboa, ese colombiano del mundo, galardonado y casi europeo que me gritaba desde su Ulises, y alertaba ilusamente mis sentidos.

Ana María (Shua) y Alicia (Steimberg) en el mismo paquete me daban un recorrido por el amor apasionado que se asomaba apenas con un poema de Juan de Encina (“Mejor es sufrir / Pasión y dolores / Que estar sin amores”) por lo cual derivé mi visita hacia tantos y tan variados renglones y aterricé en los amores prohibidos. Y entonces pensaba: ¿Cómo se hace para elegir ser un antologador de un tema como el amor que a todos, por muchas vías y maneras, nos ha dado por cantar en todos los tiempos? Y la respuesta me la dieron las autoras: “Toda elección es dolor: con los textos, los géneros y las ideas que dejamos a un lado, podría completarse otra antología, no menos atractiva... (que) ésta

Quien no desea ser leído, no escribe” y “El acto de la escritura presupone en sí mismo una lectura”. Entonces pregunté al viento silencioso y estático de la biblioteca de la universidad: “¿Para quién serán estas letras divagantes que progresivamente van describiendo este viaje matutino por las hojas amarillentas, casi sepias, de estos volúmenes cargados de belleza que nadie mira?” Y no tuve la respuesta. Tal vez por ello, en este camino, me llevaron de la mano Henry y Anaïs, a esa época en que el diario epistolar daba al amor su velocidad, que en tiempos del e-mail y el Internet son inimaginables. «... le escribo,... sólo palabras sobre su voz, su risa, sus manos, y él me escribe: “Anaïs, al recibir tu nota... nunca podré expresar algo que esté a la altura de esas palabras”» ¡Qué intromiso me siento a la intimidad de dos seres que se amaron a un ritmo donde el amor tal vez era hermano gemelo de la paciencia!

Dejé de ser el lector por algún instante y capitulé ante la epístola, arte del cual soy amante, para aposentar mi suspiro en todas esas que se escribieron y que tal vez hoy... ya no se dan. Ojalá que en el secreto altar de muchas parejas siga existiendo “el ramito de violetas” de cada uno. Sé que por manos como las mías han pasado cartas y que en muchas épocas a más de un corazón he quedado atado porque ellas han dejado perenne el rastro de lo que ese otro corazón era cuando las escribió.

Regresé. Volví a pasar por Ulises: “Déjame curiosear tu vida, quiero saber de ti... Fuimos a un restaurante... Mira Paula... esos son compatriotas de Ecuador y Perú...”, y sin saberlo mi memoria trastornó la lectura y mis recuerdos fueron tras algún poema de exilio ajeno que a tuve a bien –hace ya un tiempo- dar a la luz tras las historias que un amigo me contó de su viaje mochila por Europa, cantando en las esquinas junto a otros inmigrantes indocumentados con sus quenas y charangos... y no sé qué más suspiros; así... el viaje seguía tras más letras después de encuentro con la página 81 de “El Síndrome de Ulises
Luego, más de amor, de esos que iluminan ese libro antológico. En un aparte perdido pero descubierto por mi forma de leer. Simone de Beauvoir (“Castor”) escribió a Jean-Paul Sartre en 1938 una carta en que le narraba cómo se entregó a un “ser hermoso” que a ella le encantaba después de seducirlo y... me presté a tratar de “sentir lo que sentían” esos dos amantes especiales. Sobresalen los detalles del fornicio, sin vulgaridad, sin aspavientos, sin ocultos, sin prevenciones, con despliegue desde el preludio hasta la entrega con esa hermosa y rara sinceridad de quienes han logrado ese nirvana del amarse sin poseer, sin ajustar espacios y sin presiones, “sin celos, sin fidelidad, sin hipocresía,... y sin embargo, para siempre”. Las formas expresivas de recopilación y sutileza de Ana y Alicia seguían sorprendiéndome gratamente, mientras afuera el tiempo, creo, sonaba a estar detenido. Sólo de vez en cuando el ronroneo de algún motor o el pito de algún otro que se retiraba del campus parecían hacerme volver a la realidad de aquel espacio encantador.

(continuará)
29 de marzo de 2008



Libros:

“Antología del Amor Apasionado” Selección de Ana María Shua y Alicia Steimberg. (Alfaguara) 1999
“El síndrome de Ulises” Santiago Gamboa (Seix Barral) Sexta Edición 2006

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