(YA QUE POR ALGUNAS LETRAS ESCONDIAS Y HALLADAS AL
AZAR VIAJAN LAS SORPRESAS)
Sentía nuevamente allí la vigencia de la poesía en esos trozos de prosa que decían en música algo como si fueran versos. Todo eran giros y ritmos, al fin... “músicas de alas” como nos lo legó Silva. Mis manos ávidas de más ya no eran sólo de Ana y Alicia y de Andrea sino que estaban de cacería sobre aquella mesa que soportaba más libros. De pronto... un pequeño libro negro con letras blancas, de la misma colección de la de Andrea, me tomó por asalto. Era el Director de “Ulrika”, era Rafael del Castillo, era ese bardo quien en ese momento se apeaba de su Rocinante para saludarme. “Palabras escuchadas en un café de barrio” me supo a ese ejercicio que yo estoy haciendo en esta misma mesa como con varios libros que –sin ellos saber por qué- se han cruzado en mi camino. Las palabras elegidas por Rafael le merecieron un poema a cada una. Sólo dos ejemplos:
“Abolengo
del polvo
de las cenizas turbias
de los huesos roídos del tiempo
de la carne que se deslíe mordida por los venenos de la tierra
de esos versos que desmenuzó Dios
yo vengo”
“Cóctel
Como el cantante de una orquesta pobre
que achispado y alegre
quiere mezclarse con los dueños de la fiesta
bailar
reír con ellos
y es rechazado fríamente con un
"Usted a lo que vino fue a cantar"
Así el poeta en la fiesta del mundo
Para mis anfitriones pasados y futuros,
a manera de desagravio”
Esos textos me mostraron la imagen de ese bohemio, de ese borracho que en un Festival Internacional de Poesía de Medellín leyó desde dentro del más inmenso olor a aguardiente sin ser invitado. Este poema me hizo acordar de esas épocas en que nos “enlagunábamos” y terminábamos en lugares "non sanctos", o abrazando a un poste de luz mortecina en cualquier calle creyéndolo una muchacha que se movía al compás de vientos inexistentes (magreándola, como diría Serrat).
Y Rafael siguió refregándome su casa, su estudio, su hábitat, lleno de murmullos y de “algo más de lo que guarda como recuerdo de sus viajes”, “entre tantos objetos que el olvido va adoptando”, y entonces aparecieron en contraste los olvidos que tengo guardados y apilados en mi biblioteca para primeras y segundas lecturas, con las expectativas que sobre ellos tuve y que nunca cumplí. ¿Estarán esperándome ahora para acariciarme y atraerme para ser en mí lo que no han sido? No lo sé. Vaya “Cadáver” de Rafael todo lo que me pone a pensar y hasta a sentir en medio de este placer de estar al albedrío de tanto libro en este encierro tutelar voluntario y buscado en que existo más allá de mí, más allá de todo lo que soy, pero especialmente en todo lo que quiero ser.
Tras unas horas en aquel santuario, se deriva uno hacia querer decir más de lo que puede, a querer escribir más de lo que es capaz, y a relatar con enjundia y con amorosa alegría sobre aquellos libros y cantos y versos y prosas que se me arrimaron en ese viaje instantáneo por un tiempo en que no escogí con quien interactuar, sino tal vez un tiempo que me escogió a mí. Ahora divago y quisiera estar en otro lugar y otro tiempo, más ebrio de vino y de letras que de todo lo demás, más ebrio de emociones ajenas -mías y de “extraños”- que “se van moviendo pecho adentro” acompañado de las notas de Portabales o de Omara Portuondo con sus compadres de Buena Vista, pero... la ventana y su cuasiespejo se encargaron de devolverme allí, me reflejaron como un ser casi lúcido, sonriente, casi entero; eso sí, con mis manos reteniendo pequeños libros como si fueran pájaros a punto de volar después de haber dejado en mis retinas su iridiscencia, entre ellos el de Rafael. Y mi corazón seguía palpitando emotivo como ante el mismo aguardiente de donde –creo- había extraído esos poemas. ¡Qué alegría saber que, desde sus propios confines, el destino me permite “rozarme” con poetas y escribas, ebrio en un tiempo matutino de bibliómana lucidez!
¡Nutricia fuente! He de volver a ti de una manera recurrente, para que me regales sensaciones, memorias, olores de otros tiempos, para salvarme y tener a flor de lápiz, las letras y las revelaciones... unas que me sanan, otras que me acompañan y algunas que hasta logran que el agobio no me dañe, no me doblegue, no me tiente... En fin, que suspendan esta hartura que a veces me da de no creer que yo sea yo. Este repliegue fantástico en las letras es vivificante como lo es el sol para las plantas, como lo es el dulce néctar a la abeja, como esa voz que de alguna manera absurda llega casi a sustituir a otra... que no se tiene.
Libros:
“Antología del Amor Apasionado” Selección de Ana María Shua y Alicia Steimberg. (Alfagura) 1999
“Puerto calcinado” Andrea Cote - Universidad Externado de Colombia. Colección El Malpensante 2003
“Palabras escuchadas en un café de barrio” Rafael del Castillo - Universidad Externado de Colombia. Colección El Malpensante 2005
29 de marzo de 2008
“Puerto calcinado” Andrea Cote - Universidad Externado de Colombia. Colección El Malpensante 2003
“Palabras escuchadas en un café de barrio” Rafael del Castillo - Universidad Externado de Colombia. Colección El Malpensante 2005
29 de marzo de 2008
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por llegar hasta aquí y dejarme tu mensaje, es un lugar ínfimo en este universo.