En “Caminos” de Antonio Machado en esta mañana he encontrado unos versos que se enhebran como anillo al dedo:
“De la ciudad moruna
tras las murallas viejas,
yo contemplo la tarde silenciosa,
a solas con mi sombra y con mi pena”
Y entonces, encuentro que en la más franca búsqueda hoy he vuelto a acudir, a encontrar remedio en la estancia sanadora de la poesía y en ese vate no específico que por alguna razón se atravesó en mi “Camino”. Yo contemplo silencioso la mañana y dejo que el río del tumulto y de la labor me llenen el espacio vacío que hay en mi pecho, y en un soplo de admiración y de delirio muy interno, muy intenso, casi espiritual, Antonio Machado me socorre entendiendo desde su pasado sonriente que este dolor es parecido a otros dolores que el mundo padeció, ha padecido, padecerá y seguirá padeciendo mientras el hombre sea hombre. Mi ciudad tiene muchos toques. Tiene toques de moruna, de “amazig” (pueblos libres del norte de África), de hipebóreos rubios, de mulatos, de los indios de Ursúa y de las estrambóticas mezclas que ello puede dar, y hasta de sierpes, y como la de Antonio... tiene murallas que yo pongo, murallas que otros ponen y murallas que estoy tratando de escalar o de que no me interfieran.
Mi tiempo ahora y aquí lo siento incierto y extraño. Mis formas son unas que no me gustan y varias que sí. Pero hay voces que me llaman y otras que me instigan. Entre esas, alguna que tiene visos de acentos conocidos y otras, tal vez con acentos por conocer. ¿Será que se trata de sólo abrir la ventana y dejar que el aire entre?
En sus “Proverbios y cantares”, vuelve Antonio y me alumbra:
“XXIX
Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar.”
Pasa hasta Serrat, con su coro “caminante, no hay camino, se hace camino al andar...” golpe a golpe, verso a verso. Tal vez en cada golpe haya alguien que nos quiera hacer aprender algo que no hemos querido aprender. ¿Qué será en mi caos este devastador “golpe”? ¿El camino lo hacemos caminando? Entonces he de caminar para dejar atrás esta pesadez y mirarla, y hasta llegar a regocijarme con ella, perdonarla y no dejarla oculta ni esquiva, sino viva... y en mi historia.
Intentaré pasar el día
y que al sobrevenir la noche,
sea yo uno que ya tiene
un nuevo día a cuestas
y no otro “sufrido” día de más.
Y al final de esta conciencia de deriva, llega Borges y me regalo algo que transcribo:
“Despedida (Jorge Luis Borges)
Entre mi amor y yo han de levantarse
trescientas noches como trescientas paredes
y el mar será una magia entre nosotros.
No habrá sino recuerdos.
Oh tardes merecidas por la pena,
noches esperanzadas de mirarte,
campos de mi camino, firmamento
que estoy viendo y perdiendo...
Definitiva como un mármol
entristecerá tu ausencia otras tardes.”
¿Será que después de esta mañana habrá alguna tarde “mecida” por la pena?
De una manera extraña se conjungan las palabras para darle sentido a nuestro pensar...Yo tambien tengo un blog: http://johanazuluaga.blogspot.com/
ResponderBorrarmuchas veces encontramos en poesias, escritos, letras, partes importantes de nuestro andar, siempre hay tiempo para que el sol este de nuestro lado.
ResponderBorrarhe caminado hasta aquí en la lectura; no recuerdo si te agradecí por la visita y hoy que vine a hacerlo me he sorprendido porque había mucho trecho escrito.
ResponderBorrarY me he quedado en los subrayados de Cortazar, para luego recordar a Gelman (en mi otro blog transcribí entero su discurso, cada palabra haciendo sentido) y ahora me quedé en Machado pensando en tus palabras anteriores, en la necesidad de ser tolerantes, de saber aceptar la diversidad, de entender que en la medida que el mundo es más ancho más diversos somos y me incluyo porque ya no debe ser "nosotros" "ellos", somos todos.
Saludos,